Variaciones sobre la escucha

Por César Bedoya G.

A través de sus textos tomaremos contacto con un productor musical, un filósofo actual y un físico teórico, recogiendo algunas de sus reflexiones sobre la escucha, de qué se trata, cómo se desenvuelve y qué limitaciones enfrenta este acto que suele asumirse como natural o espontáneo.

Rick Rubin, productor musical estadounidense nacido en 1963, con varios premios Grammy en su haber.  Ha trabajado con músicos y bandas tan disímiles como Public Enemy, Metallica, Red Hot Chili Pepers, Sistem of Down y Shakira, para nombrar solamente algunas. Hace un par de años publicó un libro, que muchos consideran el evangelio sobre la creatividad, “El acto de crear: Una manera de ser”, en la que comparte su comprensión sobre el acto creativo. Una de las ideas centrales del texto es que creadores somos todas y todos, cuestión de saberlo, asumirlo y afinar nuestros canales receptivos para poder generar conexiones entre lo interno (inconsciente) y lo externo (consciente, el universo); a partir de ello poder dar lo nuestro al mundo como algo propio, único y distinto. Obviamente hay muchas más ideas desarrolladas, pero nos parece que esa, en particular, es la disparadora que el autor utiliza para ir desplegando los temas que asocia a la acción creativa: la energía; espontaneidad; colaboración; introspección; distracción; entre otras, hasta llegar a la escucha, definiéndola de inicio como la acción de “estar presente”. Rubin empieza con la distinción fundamental entre oír y escuchar: Oír es sencillamente atender al mundo, escuchar es más bien prestarle total atención, es estar presente y en comunión interna y externa con él. Plantea que decir que escuchamos con la mente, básicamente a través de nuestros oídos, es una falsedad absoluta, escuchamos con la totalidad de nuestro cuerpo, con nuestro ser en apertura total a un espacio en el que las ondas impactan sobre nosotros, suscitando y desencadenando reacciones espirituales y físicas (p.73). Ejercitándonos en la “escucha plena”, expandimos el alcance de nuestra consciencia de modo de abarcar grandes cantidades de información, que de otro modo pasarían inadvertidas. Cuando el oyente está comprometido con la escucha plena el emisor se comunicará de manera distinta, la disposición será siempre otra. No hacerlo no solamente perjudica al emisor, sino y sobre todo, al receptor porque perderá información valiosa.  Escuchar es dejar la incredulidad en suspenso, implica liberarse de las limitaciones internalizadas (p.74). 

Byung-Chul Han, muchos lo aluden como el filósofo de moda. Nació en Corea del Sur en 1959. Estudió filosofía, literatura y teología en Alemania, desde donde desarrolla y difunde su trabajo intelectual. Sus reflexiones sobre el momento neoliberal y sus implicancias patológicas sobre el ser las divulga a través de breves ensayos como el que esta vez tomaremos de fuente, su texto de 2017, “La expulsión de lo distinto”, en el que, entre otras ideas, sostiene que lo que enferma a la sociedad de hoy ya no es la represión sino la depresión derivada del contexto de hipercomunicación, el exceso de información, la sobreproducción y el hiperconsumo. Lo distinto como oportunidad de construcción de identidad, de un modo de estar en el mundo, está siendo expulsado para dar espacio a lo homogéneo, estandarizado, lo igual: La sociedad del consumo aspira a eliminar la alteridad atópica en favor de las diferencias consumibles, heterotópicas (p.40). El autor, en ese breve texto, busca interrogar alrededor de lo que llama el terror de la autenticidad, lo hace a través de reflexiones sobre el miedo, la mirada, la voz, el pensamiento, el escuchar. Sobre esto último plantea, no sin ironía, que una profesión necesaria del futuro será la del “oyente”, al que habrá que pagar para que se preste básicamente a escuchar atendiendo sin juzgar a lo que decimos, ya que cada vez más vamos perdiendo la capacidad de escuchar por una natural focalización en nuestro ego, en el contexto de un narcisismo social imperante y creciente. En seguida, nos dice que escuchar no es un acto pasivo, es un prestar, es un dar, es un don. Es lo único que ayuda al otro a hablar, la escucha antecede al habla. El oyente se convierte en una caja de resonancia en la que el otro se libera hablando (p.117-18). En medio del acto comunicativo es preciso la instalación se un silencio hospitalario, que acoge, que se diferencia del oyente analítico que va construyendo una respuesta reactiva, una interpretación de parte que será básicamente de naturaleza defensiva. La actitud responsable es la paciencia, siendo la “pasividad de la paciencia” la primera máxima de la escucha, donde del oyente se presta en su totalidad y se pone “a merced del otro sin reservas”, siendo esta otra máxima de la ética de la escucha. En lugar del ego narcisista debería emerger una “obsesión del otro”, unas “ansias del otro” a ser incorporado desde su mensaje. La escucha es lo único que ayuda a hablar al otro, asegura su presencia, establece el lazo. Sin presencia del otro no hay relación, sin escucha no se construye comunidad (p.123).

David Bohm, físico teórico nacido en Estados Unidos, en 1917, desarrolló su carrera de investigador y docente en los Estados Unidos y luego en Brasil. Trabajó con Einstein y también con Oppenheimer. Fue convocado para el Proyecto Manhattan, aquel de la bomba atómica, pero declinó participar.  Además de sus desarrollos teóricos en torno a física cuántica, también dirigió su interés a otros temas como la creatividad, la comunicación y el diálogo. Sobre los tres elaboró ensayos cortos pero concisos sobre las condiciones que pueden aportar a su mejora. Las ideas en torno a la escucha las extraeremos de su libro “Sobre el diálogo”, editado en español en 1998. Reflexionando a partir de la etimología del término diálogo, nos plantea que hay que buscar entenderlo en su alusión a “corriente de significado” (p.30), que fluye de manera interna y entre los implicados. Es clave prestar atención a la totalidad del proceso, no solamente a los puntos de vista que se despliegan entre las partes, dado que toda la dinámica puesta en marcha influye sobre los sentimientos, razonamientos y estados corporales. En este contexto, escuchar es una capacidad clave advirtiendo lo que fluye en su naturaleza coherente como incoherente. Otro elemento clave que plantea Bohm, es que para sostener el diálogo precisamos poner en suspenso nuestras creencias, sobre esa base interrumpir nuestra reacción interna (flujo), para poder acoger lo que el otro trae como punto a tener que ser abordado a través del diálogo. Escuchar implica hacerlo hacia adentro (nuestros pensamientos fluyendo) y afuera (lo que traen nuestros interlocutores). Propone operar con el concepto neurofisiológico de “propiocepción” (p.53), que refiere a la noción de percepción de sí mismo; es desde ese lugar de donde se entabla la comunicación, el intercambio.  

Tres autores que desde distintas orillas y lugares de enunciación coinciden en lo singular y central que es la escucha para el acto creativo, generar lazo social, comunidad. No se puede escuchar, en su acepción plena y significativa, sin desplegar múltiples esfuerzos que van desde la disposición voluntaria a la apertura, pasando por acallar nuestros diálogos internos y prestarnos a lo distinto, a lo que se opone a nuestras convicciones, a lo que paradójicamente, en no pocos casos, no nos gusta escuchar. 

Referencias: 

Bohm, David (1997) “Sobre el diálogo”. Editorial Kairós. Barcelona.

Chul-Han, Byung (2017) “La expulsión de lo distinto”. Herder. Barcelona.

Rubin, Erick (2023) “El acto de crear: Una manera de ser”. Diana. Madrid.

 

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