Nos encontramos en una crisis, que no es coyuntural, sino sistémica. La crisis política que estamos atravesando no viene a ser sino una manifestación de una profunda crisis estructural de nuestro sistema político y social marcado por el mercantilismo, la corrupción y la informalidad, que fragmentan a la sociedad, corroen las instituciones de nuestra democracia republicana y guían o condicionan la actuación de actores de todo el espectro político, perdiéndose así el sentido del bien común.
Este proceso de devaluación de la política y degradación institucional, que produce y reproduce vicios de manera crónica, da pie a la mediocridad, las transacciones en el ámbito público en función a intereses personales y de grupo, y la pérdida de valores como la decencia y el respeto. Vergonzosamente casi todos los presidentes de las tres últimas décadas, han caído en la tentación de la política clientelar y rentista, con resultados que todos conocemos, y que no podemos permitir continúe.
Esta situación de profunda descomposición de lo político y social nos llevó a un proceso electoral polarizado entre dos opciones que paradójicamente no contaban con la confianza de la gran mayoría de la ciudadanía, sino que concentraban el mayor rechazo. Y aunque el gobierno elegido tiene legitimidad de origen, la ha venido perdiendo por los gruesos errores cometidos y por la persistencia en mantenerlos, la falta de transparencia y las gravísimas cercanías con dinámicas de corrupción institucional advertidas por la propia ex Premier Vásquez, el ex ministro Guillen y el ex procurador Soria.
Las sociedades se fragmentan cuando se produce una disociación profunda entre los mensajes que se anuncian y los que se actúan. En una sociedad fragmentada el otro no existe, la diversidad no es reconocida, el autoritarismo se plasma en la vida cotidiana, el proceso de representación se vicia, se agrava la ausencia de los que no tienen voz, la violencia se convierte en una práctica habitual. En una sociedad así, los conflictos devienen en confrontaciones destructivas, el diálogo languidece y la atmósfera subjetiva da paso a la intolerancia, la aspereza, al hartazgo y, también, a la huida; la esperanza se esfuma, el futuro se hace gris y el compromiso se disuelve. Son los signos de una sociedad dividida en la que nadie le reconoce autoridad a nadie o en la que una palabra divergente destruye lo que se avanza. Una sociedad dividida no es equivalente a una sociedad diversa. La primera alimenta una cultura cínica y camina hacia su desfallecimiento, la segunda alberga un sentimiento transformador y tiene una oportunidad de florecimiento.
El Perú es una sociedad signada por la contradicción. Estamos divididos y somos diversos. Nos movemos entre el marasmo y la ilusión; entre la exclusión y la integración; entre la confrontación y el diálogo edificante. No todos pensamos igual, no todos queremos lo mismo, no todos tenemos el mismo origen, no todos practicamos un mismo estilo de vida. Pero el problema no es nuestra contradicción y diversidad, sino que no la podamos admitir y que mantengamos altas dosis de cinismo e incredulidad que socavan sus posibilidades.
Como Red Colaborativo de Diálogo y Paz nos alienta la posibilidad de influir en la conformación de una ética que haga posible que peruanos y peruanas podamos vivir con un nuevo sentido, es decir, con dignidad, con valores de respeto mutuo que se expresen en sus prácticas y en el diálogo genuino.
Por ello, consideramos que la crisis actual en la que nos encontramos debe ser superada con acciones concretas. Desde el nivel de gobierno con una visión clara, con prácticas democráticas y transparencia, con participación de personas calificadas e íntegras, con equidad de género y con convicción firme en la lucha contra la corrupción, y con preocupación real por el medio ambiente. Menos palabras vacías y más acción con sentido.
Desde todas las fuerzas políticas se necesita el desprendimiento responsable, declinando sus objetivos de corto plazo para sentarse a dialogar con transparencia e impulsar transformaciones significativas del sistema político y de partidos, de lo contrario será muy difícil salir del círculo vicioso en el que estamos atrapados.
Desde la ciudadanía de todas las tendencias, de izquierda, centro y derecha, que creen en la democracia, la ética pública, los derechos humanos, y la sostenibilidad del medio ambiente, deben hacerse esfuerzos sostenidos para recomponer los vínculos y juntos enfrentar a la corrupción e incidir con urgencia en las necesarias reformas políticas de fondo, desde espacios locales y nacionales, reconociendo el valor de la diversidad que la polarización nos ha hecho perder.
Las peruanas y peruanos nos merecemos un país mejor, libre de corrupción y violencia, que dialogue y colabore por el bien común en el marco de una convivencia democrática, pacífica, justa, plural y sustentable.
Lima, 9 de febrero de 2022
Miembros de la Red firmantes:
Javier Caravedo Chocano, DNI 10059208
Marina Irigoyen Alvizuri, DNI 09056939
Rodrigo Arce, DNI 06910485
Baltazar Caravedo Molinari, DNI 08244589
Liz Puma Almanza, DNI 43656883
Luis E. Oré Ibarra, DNI 09866996
Marlene Anchante Rulle, DNI 09346356
Lucio Ríos Quinteros, DNI 10490249
Olinda Orozco Zevallos, DNI 08595171
Gustavo Moreno Hermoza, DNI 06768437
César Bedoya García, DNI 09147097
Paskal Vandenbussche, DNI 48948217
Jean Joseph N Schmitz, DNI 49046237
Elohim Monard Rivas, DNI 41723483
Anni Paredes Malca, DNI 41348611
Guillermo Carlos Miranda Arosemena, DNI 07824731
Zuider Zamalloa, DNI 41235537
Iván Ormachea Choque, DNI 08783581
Owan Lay Gonzáles, DNI 10783972
Siguen firmas ...