Por César Bedoya G.
Para la RAE tiene que ver con “idealizar la realidad”, el psicoanálisis, alude a la “vida imaginaria (mental) del sujeto, se refiere a la oposición entre la imaginación y la realidad, una producción puramente ilusoria[1]. En cualquier caso, nos podemos quedar, por ahora, con que la fantasía es algo que imaginamos que debería ser, pero que no es. La expectativa general frente a la institucionalización del abordaje de conflictos (desde el Estado), está preñada de estas fantasías.
Seguir este hilo nos puede ayudar a pensar el abordaje institucional de los conflictos: ¿Cómo esperamos que deba ser? ¿Al final, qué es lo que tenemos?: Al decir de Lacan (sigo con el guiño psicoanalítico), es la Realidad, con R mayúscula, que difiere abiertamente de aquella formulada desde nuestra fantasía, que es la construida sobre la base de nuestras expectativas, deseos, ansiedades y los elementos con que contamos para procesar y tramitar lo que nos acomete desde la realidad externa. Hasta aquí no estoy haciendo ningún juicio de valor sobre la fantasía, solamente la estoy nombrando como un recurso al que acudimos mentalmente para hacerle frente a la realidad.
Paso a enumerar las cinco fantasías:
1.Asumir que algún momento vamos a disfrutar de una paz perpetua, al decir de Kant, es cuando el ser humano, aplicando la razón práctica, llega a un momento en el que se elimina el estado de guerra, de hostilidad, la violencia y se instala el reinado de la armonía total, una paz que se prolonga a perpetuidad. No, eso no pasará nunca, el conflicto es una condición sine qua non, sobre todo en sociedades como la nuestra en la que tenemos muchos temas seculares y actuales por resolver. Debemos más bien buscar generar las condiciones para una paz positiva, entendida, a la manera de Galtung[2], en la apuesta por construir relaciones e instituciones que busquen reducir la violencia y agresión en la sociedad: Un horizonte utópico movilizador.
2.Que en algún momento vamos a contar con el artefacto perfecto que prevenga los conflictos justo a tiempo, y si estos se desatan y escalan, podremos desplegar de inmediato todo un repertorio de procedimientos e instrumentos que harán que el conflicto quede neutralizado sobre la marcha. No hay, ni habrá artefacto perfecto. Debemos buscar lo suficientemente bueno (y práctico) que nos ayude a tener un buen seguimiento de los problemas (que pueden convertirse en conflictos), y estar convencidos que aquel artefacto suficientemente bueno deberá ir mejorando retroalimentándose de la experiencia y de seguir pensando en los ajustes necesarios para acometer la complejidad de todo conflicto social. La institucionalidad para el abordaje de conflictos tenemos de asumirla bajo la premisa del cambio y evolución. En lenguaje de la gestión posmoderna: en modo mejora continua.
3.Este podría calificar como una “sub fantasía”, pero vamos a darle la calificación completa. La clave está en contar con el gran sistema de alerta temprana, y cuanto más genialmente digital e interconectado, tanto mejor. Es un instrumento importante, pero no debemos centrar todas nuestras expectativas en su sola existencia sino también en la red operativa de personas que activen procesos coordinados de acción, la alimenten oportunamente de información, procedimientos claros, secuencias claras en la toma de decisiones, disposición al trabajo colaborativo. Si no contamos con el “ecosistema (humano) operativo necesario”, el súper sistema de alerta temprana adquiere básicamente la condición de adorno.
4.Contar con enfoque, metodología, procedimientos, protocolos, nos tiene que permitir respirar tranquilos, los conflictos estarán bajo control. Sí, pero sin cantar victoria antes de tiempo. Sucede lo mismo que con los súper sistemas de alerta temprana, sin una acción colectiva que le “de sangre a esas palabras” (parafraseando a Touraine), todo eso se convierte en objeto inerte. El Estado es un sistema complejo, que hasta tiene vida propia, pero también se puede intervenir para generar cursos de acción determinadas en función a objetivos, voluntad, actitud, disposición. Su funcionamiento tiene mucho de estructura y de agencia.
5.Que el diálogo soluciona todo. El diálogo suma; busca crear las condiciones para que la confianza básica pueda construirse entre los sujetos/actores que se hallan enlazados por el conflicto. Es un momento importante de un proceso complejo que está en función de la naturaleza del conflicto a enfrentar. A él, deberán sumarse otros medios de abordaje que busquen concretar situaciones que acerquen a las partes sobre la base de atender intereses, necesidades, expectativas. Cabe considerar que cuando opera (consciente o inconsciente) el acto perverso de romantizar el diálogo o sobredeterminarlo en sus alcances, automáticamente tiende a emerger su abierto cuestionamiento porque con él no se logra nada, todo es “pura mecida”.
Las fantasías nos sirven, no cabe duda, dado que operan como alicientes de la creatividad y hasta como refugios psíquicos saludables. La fantasía es la plataforma de todo proceso y actividad mental. Todo afecto, vivencia, relación tiene su correlato en la fantasía y hasta se sostiene en ella y cabe que considerar que ella, es tan real como la realidad misma. Es la base de la creatividad[3]. Frente a esto hay que dar el salto de contrastar lo que deseamos frente a lo que realmente tenemos, ese tiene que ser un saludable ejercicio permanente.
[1] Laplanche, J; Pontalis, J; Lagache, D. (2004) “Diccionarios de psicoanálisis”. BsAs. Paidós.
[2] Galtung, Johan (2003) “Paz por medios pacíficos. Paz y conflicto. Desarrollo y civilización”. Barcelona. Bakeaz. Guernika.
[3] Ortiz, Elena (2021) “La mente en desarrollo. Reflexiones sobre clínica psicoanalítica”. México. Booket Paidós.
